Recientemente he tomado una decisión que ha sorprendido a mucha gente de mi entorno. He decidido cerrar mis cuentas en redes sociales. En mis posts de despedida lo achaqué -a modo de resumen- a una saturación. Sin más. Pero siempre va más allá.
Considero de gran utilidad las redes sociales y sin duda alguna han supuesto un cambio positivo en muchos aspectos a la hora de hacer marketing. Pero ¿en lo personal? Lo personal no puede ser un negocio, no puede depender de un número de «me gusta» o comentarios y por supuesto no puedes auto-etiquetarte en virtud de un estado de ánimo puntual sencillamente por haberte creado un rol de «supervivencia» en Facebook o Twitter (por ejemplo).
Decidí crearme una cuenta básica y desde ahí trabajar las cuentas de mis clientes adaptándome a los cambios que han experimentado las diferentes redes y entre ellos está el poder unificar en una sola cuenta diferentes negocios.
Mis clientes no sobreviven de mi grupo de amigos, sino de una segmentación adecuada y una adaptación de sus contenidos a los requerimientos de cada momento así que ¿Por qué una persona que se dedica a gestionar redes sociales debería verse obligada a gestionar redes personales si no le apetece?
Una de las cosas más escalofriantes que he visto ha sido que al crear mi nueva cuenta de Facebook, con un correo de gmail que tenía abandonado, automáticamente detectó qué contactos podía conocer ya que ellos mismos en su momento habían compartido esa información con la red social. Da igual el cuidado que tengas tú si los demás no tienen el mismo cuidado con tus datos. Pone los pelos de punta. Pasadas pocas horas, Facebook me empieza a bombardear para que entre en el juego de los amigos y los intereses (marketing puro, como decíamos). No he entrado en ese juego pero cada día me avisa varias veces, me anima a participar de «su movida». Y esta mañana tenía un montón de «personas que quizá conozcas» en mi timeline. Lo curioso es que eran todos mis viejos contactos. Todos ellos tienen esta cuenta de gmail usada y da igual que yo no haya pedido que busque entre mis contactos de gmail. Ellos sí lo han hecho.
Existen buenas opciones de seguridad en Facebook que sumadas al cuidado que puedas tener tú… convierten tu red en algo bastante decente en cuanto a seguridad. ¿Qué compartimos? lo compartimos todo. Absolutamente todo. Nos convencemos de que no tenemos nada que ocultar, que nuestras vidas no son relevantes pero lo cierto es que somos un cúmulo de información sobre nosotros y sobre nuestros contactos. Estamos al servicio del marketing online y somos una estadística.

Hasta ahí la parte más técnica de mi decisión.

Cada mañana abría los ojos y automáticamente mi mano recogía el móvil de la mesita de noche para comprobar los resultados, no sólo de mi trabajo sino también de la última ocurrencia absurda publicada durante la noche anterior. Tan absurdo era todo que tenía que bajar el brillo de la pantalla porque mis pupilas sufrían el cambio del estado de sueño al estado de gilipollismo extremo por influjo de las redes sociales. Luego miraba el timeline donde descubría comentarios, opiniones, insultos entre personas a las que quiero… surrealismo puro y duro. Nuca hubo más prejuicios o juicios de valor que ahora gracias a unas miserables palabras escritas desde un móvil o un ordenador.

¿Cuántas veces ha muerto Joe Cocker? ¿Cuántas Miliki? ¿Sigue Lina Morgan viva? ¿Le hizo Bisbal una cobra a Chenoa? datos irrelevantes que no son útiles para mi vida cotidiana, ni siquiera para hacerme unas risas y si algo que haces a diario pierde la gracia y no es por trabajo ¿para qué seguir haciéndolo?

Existe un término que suena repipi y hasta estúpido pero que es verdaderamente útil: infoxicación. Este término se refiere al exceso de información (en modo tóxico) que recibe nuestro cerebro a lo largo de un día y que viene generado en su mayoría por lo que leemos en las redes sociales y en medios vía tecnología.

No seré de esas personas que se desconecten, todo lo contrario. Pero pienso seleccionar los contenidos todo lo que me sea posible; pienso buscar información de mi interés; periódicos; tutoriales y música a mi gusto. Sí al uso de Internet y de cualquier nueva tecnología. No a la infoxicación. Sí a tomar copas con la gente y llamarles para ver cómo están. No a los privados en Facebook saludando de forma fría. Sí a las celebraciones de aniversario de pareja fuera de la pantalla. No a tener relaciones con/complicadas/facebookakes/twichorradas. Sí a los amigos que te cuentan un chiste en la barra de un bar. No a los memes de Paulo Coelho.

Muerto el perro… se acabó la rabia.

Mabel.